Mi querida naneo, hoy nos toca presenciar tu partida, y es un trago amargo tener que darte el último adiós, pero no somos nadie para cuestionar las decisiones de nuestro padre Jehova, el tiene el poder y la postergar de hacer las cosas y siempre sabe cómo hacerlas, por más difícil que sea o nosotros lo veamos.
Todavía recuerdo un hermoso momento que pase junto a ti siendo un niño; cuando en una de nuestras visitas a nivaje pude gozar y divertirme en tú patio viendo los tantos animales que tenías, y eso me llenaba de tanta felicidad al ver cómo tú cuidabas y te dedicabas a tus animales. Y eso lo heredé de ti, ese amor por los animales.
Con esto me despido y quiero decirle a todos mis queridos familiares, que aunque no compartimos a menudo o hablamos, siempre contarán conmigo porque familia es familia por toda la eternidad.
Adiós “naneiyo” como te solía llamar. Descansa en paz, mi tía querida.